La lengua es una parte muy importante de nuestro legado como seres humanos. Es lo que nos permite poner en palabras nuestros pensamientos y sentimientos más profundos, así como también expresar nuestra cultura, identidad, ideologías y valores de generación en generación. Esto significa que la lengua de una persona representa, en esencia, su existencia.
Sin embargo, como se demostró en estudios recientes, la humanidad está perdiendo sus lenguas (y como consecuencia, su diversidad) a un ritmo alarmante. De acuerdo con la edición 2016 del Atlas de las Lenguas del Mundo en Peligro, un porcentaje preocupante del 40 % de las lenguas del mundo están en peligro de desaparecer.
“Cuando estudias la historia del desarrollo de la lengua francesa o de cualquier otra lengua, se descubren fuertes vínculos culturales o históricos, y si se deja morir alguna palabra, se habrá perdido una parte de la historia o de la cultura de ese pueblo. Para mí, una lengua es como una tarjeta de memoria con mensajes codificados que se transmiten de generación en generación. Y sin esa cultura e historia, ¿Cuál es tu identidad?” – Abdoulaye Barry.
En la primera parte de esta serie, repasamos la historia inspiradora de dos hermanos que tomaron la iniciativa, a los 10 y 14 años respectivamente, de crear el alfabeto de su lengua nativa.
Estos hermanos que vivían en Estados Unidos, Abdoulaye e Ibrahima Barry, nacieron y crecieron en la República de Guinea. En esa época, mandarse cartas era crucial para comunicarse, ya que no todos tenían teléfonos. Para escribir las cartas en su lengua, Fulani (también conocido como Pular o Fulfulde), sus hablantes tenían que usar el alfabeto árabe. Esto trajo consigo muchos desafíos, ya que muchos de los fonemas del Fulani no existían en el alfabeto árabe y no había una forma estándar de usar las letras árabes para representarlos. Esta situación creaba mucha ambigüedad de parte del emisor y del receptor.
Motivados por el gran deseo de lograr comunicarse por escrito usando la lengua Fulani con más facilidad, Abdoulaye e Ibrahima se embarcaron en la tarea de crear un alfabeto con el que se pudiera escribir en Fulani con precisión y sin complicaciones. En ese momento, no sabían el gran esfuerzo que se requería para lograr su objetivo; no preveían los obstáculos que encontrarían más adelante. Claramente tampoco conocían el concepto de lenguas en peligro de extinción. Todo lo que sabían es que iban a lograrlo.
Ahora estamos en 2020 – más de 30 años después de que estos hermanos se embarcaron en esta trayectoria. Se han escrito y publicado libros con la escritura que crearon, conocida como ADLaM, acrónimo de la expresión fulfulde que significa “el alfabeto que evitará que un pueblo desaparezca”.
ADLaM ahora está codificado en Unicode, gracias a la resistencia de los hermanos, así como a la Iniciativa de Codificación de Escrituras dirigida por Deborah Anderson en la Universidad de California. Además, en la actualidad cuenta con el apoyo de las principales plataformas digitales, como Google y Microsoft. Los hermanos también afirman que la escritura ADLaM no se limita a la lengua fulani (que tiene más de 40 millones de hablantes en todo el mundo), sino que también sirve para escribir otras lenguas africanas.
Sin embargo, Abdoulaye e Ibrahima no han terminado su trayectoria aquí. Su objetivo es que ADLaM sea compatible en la mayoría, si no es en todas, las plataformas digitales. Usando sus propias palabras, la supervivencia de cualquier lengua hoy en días depende en gran parte de la presencia y su uso en el espacio digital. Es por este motivo que Translation Commons trabaja arduamente junto a otros individuos, la UNESCO y otra organizaciones, para asegurarse que “ninguna lengua pase desapercibida”.
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¡Estén atentos para conocer la segunda parte de esta serie!